viernes, 13 de abril de 2012

Entrevista a Sebastián Estevanez, el galán de Dulce Amor



            A 16 años de su debut en el oficio, el actor confiesa que haría todo por un papel, cuenta cómo fue estar a un paso de los premios Oscar y revela cuál fue el secreto para crear a Marcos, el personaje que interpreta en la novela líder de la televisión nacional.



En la tira, Estevanez interpreta a Marcos, el chofer de la familia Zampini.
            A Sebastián la vida le sonríe. Está contento porque la tira que protagoniza , “Dulce amor”, encabeza el rating de la televisión pública – tiene una pelea aguerrida día a día con “Graduados”, también de Telefé-, aunque no tanto por el mal momento que transita Canal 13. “La verdad es que es una pena que no les vaya bien con “Lobo” porque es un producto de un re primer nivel”, dice, pero luego agrega -entre risas- : “aunque no te voy a mentir: me encanta el éxito que tenemos”. Pide un sándwich de jamón y queso con una gaseosa, para luego excusarse rápidamente por la interrupción: “Es que grabamos todo el día y el único descanso que tengo es éste”. Saca a relucir sus dientes blancos de propaganda de televisión, y le asesta una mordida brutal al emparedado. Toma un trago y frota con entusiasmo las palmas de sus manos. “Estamos listos”, anuncia.

-Tenés 41 años, y ejercitás el físico sabiendo que es más difícil con el paso de los años. ¿Lo haces por un tema estético o laboral?
-
Por ahí antes era más por una obsesión pero no estoy en esa onda hoy en día. Lo hago porque me hace bien a mí. Claro que busco una línea, tampoco es que me dejo estar. Si vengo durmiendo muy mal, no hago ejercicio; si un día estoy de buen humor, sí. Busco un equilibrio en todo. De chico era más blanco o negro; hoy opto por el gris. Últimamente me enganché mucho con el golf y trato de salir a caminar porque me relaja y me hace bien a la cabeza.

-¿Estarías dispuesto a subir de peso para interpretar un personaje?
-Totalmente. Me ha pasado hace un tiempo que tenía que hacer de boxeador y tenía que bajar seis o siete kilos para estar todo marcado y lo hice sin ningún problema. Hay papeles que lo requieren y es mi deber hacerlo.

-¿Cómo te ves en la piel de Marcos?
-¡Muy cómodo! En la novela soy un pibe de barrio común y corriente y a eso le vino muy bien el hecho de que yo realmente me crié así. Toda la vida fui a colegio de estado y jugué verdaderamente en el potrero. Todo eso también te facilita el trabajo. Por ejemplo, el hecho de que  mi personaje sea un corredor de autos le vino al pelo que yo haya tenido mi propio taller de mecánica cuando era más joven.

-Todo esto ayudó a que te saliera más natural…
-No, natural no. Eso es sólo el color del personaje. Después está la historia que crean los guionistas: nunca salí con una mujer millonaria como Victoria Bandi ni mi vieja tiene un carácter tan divertido como es el de Georgina Barbarrosa. Por eso te digo, es relativo; son herramientas y ventajas que tenés, pero después eso es un 10 por ciento. Por sobre todo eso, está la historia que hay que representar que yo no viví.

-“Tacho” Riera contó que él se juntaba con Rochi Igarzábal a practicar unas técnicas teatrales para asentar la relación en la tira...
-Claro, está perfecto si te podés juntar, pero yo no tuve la oportunidad. Me levanto a las 6:30, salgo de mi casa a las 7:30 y hasta el laburo tengo una hora de viaje. Pensá que tengo una familia Entonces, cuando salgo a las 18 de acá tengo que ir a mi casa a estudiar el libreto para el próximo día y jugar con mis hijos. Es agotador.  

-Entonces, ¿Cómo te metes adentro del personaje?
-Lo hago a medida que voy leyendo los libros. El día del rodaje te dan un libro, y al siguiente, otro. Lo importante es tener un buen arranque en cuanto a como viste el personaje: si es como lo querían el director, el productor y el autor. Además es importantísimo cómo te relacionas con todos tus compañeros. Pensá que llegás el primer día y te encontrás con otro actor que tiene que hacer de tu hermano. ¡Y vos al tipo no lo viste ni una sola vez! ¿Cómo lo armás?

-Felicitaciones por lo de Superclásico, tu primera “pre” nominación al Oscar. ¿Cómo te sentís con haber quedado a sólo un paso de la consagración?

-Está bien que haya pasado así: era demasiado. Cuando pasó a estar dentro de las nueve prenominadas, no te das una idea cómo estaba mi cabeza. Era la posibilidad de ir a Hollywood en una película nominada al Oscar. Si te ponés a pensar, te volvés loco. El destino está escrito: todo pasa por algo. Si el “Barba” dispuso que esto fuera así, quiere decir que más adelante va a venir algo mejor.

-Hace un tiempo confesaste que hubo un hecho puntual en tu vida que te cambió radicalmente. ¿Qué fue lo que pasó?

-El sacudón más grande me lo pegué hace 14 años cuando tuve un accidente que me dejó con un cinco por ciento de probabilidad de vida y estuve 18 días internado en coma cuatro. Ése fue el primer aviso: no es que antes era un loquito, pero me ayudó a tomarme la vida y el trabajo más relajado. Aprendí a vivir en equipo, a compartir y a disfrutar de otra manera.

-¿A qué atribuís el éxito de la tira?


-“Dulce amor”  es como un barco que zarpó hace ya algunos meses. Si se complica el mar y empiezan a haber olas jodidas la idea es que estemos unidos, y si se hunde, nos vamos a ahogar todos juntos. Lo demás no depende de nosotros; durante el tiempo que estuvo en el aire se pudo ver que es una comedia sana para toda la familia y que tiene mucho esfuerzo encima. Hasta mis amigos que jamás vieron una novela mía, ahora la ven y me dicen: “Che, está barbara, ¿Qué va a pasar mañana?”. Está buena porque es sana y tiene muchas historias para todas las edades; la de Georgina con el kiosquero Pepe, Rochi con Tacho, Calu con Darthés. Es un culebrón clásico pero modernizado. Estamos laburando de verdad, poniéndole muchas ganas y, sobre todas las cosas, muchísima humildad. 

Francisco Andrés Anselmi
Foto: Cortesía Telefé

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